Diseño Curricular
El Juego
Educación Inicial
El juego es patrimonio privilegiado de la infancia y uno de sus derechos inalienables,[1] por lo tanto resulta importante garantizar en el Nivel Inicial, la presencia del juego como un derecho de los niños.
La escuela entonces debe posibilitar su despliegue mediante variadas situaciones. En este sentido, el juego ofrece a los alumnos oportunidades para el desarrollo de las capacidades representativas, la creatividad, la imaginación, la comunicación, ampliando la capacidad de comprensión del mundo, para constituirse en miembro de una sociedad y de una cultura.[2]
El juego es una construcción social, no un rasgo natural de la infancia. El juego es una expresión social y cultural que se trasmite y recrea entre generaciones, y por lo tanto requiere de un aprendizaje social. Esto quiere decir que los niños aprenden a jugar: aprenden a comprender, dominar y, por último, producir una situación que es distinta de otras.
Las características fundamentales de toda situación de juego son las siguientes.
· Es una actividad libre, ya que es elegida por el sujeto que juega y puede interrumpirse o terminarse en cualquier momento. Esta libertad se encuentra asociada al hecho de que la elección no responde a una necesidad biológica o a un deber moral, sino que es una acción desinteresada.
Se practica por el placer mismo que éste causa. Esto implica una intencionalidad, solo hay juego cuando los sujetos toman la decisión de convertirse en jugadores y crean la situación de juego.
· Supone la creación de un mundo paralelo, de una situación ficticia, donde se utilizan elementos de la realidad al tiempo que el jugador sabe que lo que se hace no es verdad, que puede entrar y salir de ese mundo cuando lo desee.[3]
Sin embargo, este universo que crean los jugadores no está exento de reglas:
· Estas se encuentran siempre presentes bajo diferentes formas: explícitas o implícitas, preexistentes o construidas durante el juego. Las reglas tienen una función central, ya que delimitan el juego, a la vez que implican la suspensión momentánea de las reglas que ordenan el mundo habitual. Son libremente aceptadas por aquellos que deciden participar del juego, pero, al mismo tiempo, se vuelven obligatorias, porque, en la medida que ellas se transgredan, se desvanece el mundo del juego.
Las reglas se subordinan a la práctica y actúan como hipótesis que regulan el juego y permiten que en el juego mismo se aprenda a jugar.[4] La presencia de reglas, entonces, imprime orden en el juego.
Dentro de este es importante aclarar que:
· “[…] sólo se juega si previamente provocamos el caos e instauramos el vacío. Es necesario interrumpir el orden de la vida ordinaria, destruirlo temporalmente para fundar, en el vacío que queda en su lugar, el orden lúdico [...] para jugar es necesario interrumpir el orden vigente o desestructurarlo […] Sólo en el espacio-tiempo vacío es posible jugar, es decir: instaurar otro orden –el lúdico– instalarse dentro de él y manipular gozosa, libre y armónicamente entre jugadores y juguetes”;[5]
[1] Es un derecho reconocido por el artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño que establece: “El niño tiene derecho al esparcimiento, al juego y a participar en actividades artísticas y culturales”.
[2] Malajovich, Ana, Recorridos didácticos en la educación inicial. Buenos Aires, Paidós, 2000.
[3][3] Brougére, Gilles, Jogo e educacao. Porto Alegre, Artes Médicas, 1998, Cap. 1.
[4] Sarlé, P., Enseñar el juego y jugar la enseñanza. Buenos Aires. Paidós, 2006, p. 54.
[5] Scheines, G., Los juegos de la vida cotidiana. Buenos Aires, Eudeba, 1985, p. 77
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